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Los perros son un regalo para la humanidad y hay constancia de que a esta especie les hemos peinado y arreglado el pelaje desde el Antiguo Egipcio hasta hoy. ¡Miles de años de Historia de la Peluquería Canina, que repasaremos en este artículo!
Atendiendo a lo que indican los registros, las primeras civilizaciones en demostrar su cuidado por el pelaje canino son el Antiguo Egipto y China. Los primeros tomaron la cabeza del chacal como el rostro de su dios funerario: Anubis. Para los segundos, el pequinés formaba parte del Palacio Imperial y cuidaban de la realeza.
Los chacales y los pequineses son las primeras razas a las que se les practicaron tratamientos estéticos de peluquería canina.
Por su estatus y condición, a estas razas les trataban del manto, las aseaban y las desparasitaban, y así es que se dieron los indicios de los primeros tratamientos estéticos, las bases de una disciplina que hoy se estudiaría en un Curso de Peluquería Canina. Representan el origen de miles de años de historia, que irían popularizándose con el avance de los siglos.
Para el resto de razas, el cuidado provenía de arbustos y vegetación con ramas lo suficientemente duras como para practicarles un stripping rudimentario, ayudándoles a eliminar aquellos cabellos sueltos y que, de otra forma, se enredarían con el manto. Este es un proceso que no pasaría exclusivamente miles de años antes de Cristo, sino a lo largo de la historia de la humanidad.
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Descarga gratis la guía formativaPlinio el Viejo nos regaló un comentario sobre la cotidianeidad en el cuidado del pelaje perruno, que pasó a documentar una parte de la Historia de la Peluquería Canina en el siglo I antes de Cristo: a los peludos de pastoreo se les arreglaba el manto, junto a las ovejas cuando se las trasquilaba.
Plinio el Viejo, en su obra Naturalis Historia, recoge la práctica de trasquilar a los perros de pastoreo junto a las ovejas.
Aunque hoy en día esta práctica es lo opuesto a lo que debería hacérsele a los perros, es un testimonio valioso que pasará a la posteridad precisamente por su obra Naturalis Historia.
Saltamos más de un milenio de historia de convivencia con los perros, hasta la época del reinado de Alfonso XI. Los grabados de sus monterías reflejan la figura del mozo de ralea, un perfil encargado del cuidado del manto canino de las razas criadas para la caza.
Una serie de grabados de las monterías de Alfonso XI muestran el día a día de los mozos de ralea, encargados de los tratamientos capilares de los perros de caza.
Es una profesión al servicio de la realiza y señores feudales, que cuidaban a los perros con atención, desparasitándolos y aseándolos adecuadamente. Pero no solo les trataban el manto, también les proveían de una dieta específica acorde a su actividad física.
Los perros, hasta la Edad Moderna, se tenían como una propiedad para pastorear a los rebaños, asistir en las cacerías o guardar a las viviendas. Pero no se consideraban parte de la unidad familiar, como animales de compañía. Este cambio de perspectiva se generalizó con la popularización de las cortes europeas y chinas o coreanas.
Los perros de la aristocracia comenzaron a recibir cuidados de profesionales especializados en esos servicios.
Es a partir del siglo XV cuando se consideran parte de la realeza y, como tales, empezarían a recibir los mejores de los tratamientos. Es en este punto de la historia es donde se origina la figura del peluquero canino y se articulan los primeros salones especializados para estos animales.
Las razas que se popularizan entre las clases pudientes, según este artículo:
La popularización de la burguesía rompió muchos de los esquemas sociales que se habían tejido a lo largo de los siglos: uno de ellos fue el cierre de los núcleos familiares y la consideración del perro como un pariente más, que merece el trato y cariño al mismo nivel. Así es como se popularizan los peluqueros caninos y comienzan tímidamente a instaurarse como un perfil profesional más.
El germen de los salones de peluquería canina surge a la orilla del río Sena. Los profesionales parisinos colocaban soportes de madera y desplegaban tijeras y utensilios para cuidar del manto cualquier raza. La localización tenía un sentido: el caudal del Sena era la bañera en la que sumergir a los peludos, para asearles y aplicarles las técnicas adecuadas.
Los años 30 (más de 40 años después de perfeccionamiento en la peluquería canina a los pies del Sena), suponen un boom en la historia de esta disciplina. Los perfiles especializados en el cuidado de los mantos caninos cuentan con décadas de experiencia a sus espaldas y ya comienzan a sobresalir los que realmente tienen un don.
Este es el caso de madame Andras y Madame Michaud, como recoge este artículo. La primera decidió abrir el primer salón específico de peluquería canina y la segunda entregó su trayectoria a formar a futuros aprendices que asentarían las bases de una profesión que a nadie le extraña hoy en día.
En la Segunda Guerra Mundial se introduce una nueva herramienta para el cuidado de los perros: la maquinilla eléctrica, que agilizaría los cortes. Esto supone un antes y un después para las décadas siguientes, cuando las unidades familiares de clase media comienzan a introducir en su familia a estos animales de cuatro patas, un hecho que supondría el auge de criaderos entre los 60 y 70. Desde entonces, más de 40 años después, la peluquería canina está más presente que nunca y evoluciona hasta la profesión que conocemos hoy en día.
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