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¿Cómo ser buen profesor? Es una pregunta con miles de respuestas. Como diría el refrán popular: «cada maestrillo tiene su librillo». Pero hay una serie de cualidades que caracterizan a esos «profes» de los que todos nos acordamos con cariño. Si tienes vocación por la enseñanza y quieres saber cómo llegar a ser el mejor docente, este artículo está pensado para ti.
La verdad es que prácticamente todo el mundo está de acuerdo en cómo eran los profesores a los que mas apreciaban. Personas empáticas, cariñosas sin pasarse, firmes cuando era necesario, con sentido del humor y mano izquierda… Y sobre todo, con pasión por lo que enseñaban. Eran capaces de transmitir sus conocimientos de manera que se te quedaban grabados casi sin necesidad de estudiar.
Tengo en el recuerdo a un profesor de Historia del Arte que tuve en el instituto. Me encantaba la forma en la que contaba las vidas y las obras de los distintos personajes, desde el Antiguo Egipto hasta el Renacimiento. Dibujaba preciosas imágenes en la pizarra y nos animaba a hacer lo mismo. El resultado: unas nociones grabadas en la mente para siempre… ¡y unos cuadernos preciosos!
En resumen, se puede identificar una serie rasgos comunes a los buenos docentes. Aunque siempre se agradece también esa cualidad única y exclusiva de cada persona; que es precisamente la que consigue que te acuerdes de ellos (para bien o para mal). Y ahora, si quieres saber cómo ser buen profesor, estos consejos deberán formar parte de tu «guía práctica». ¡Guárdatelos!
Lo podemos llamar «contactar con los alumnos», «llegarles», «empatizar»… Pero todo se resume en saber comunicar (y comunicarse). Para ello, además de los consejos que encontrarás en este artículo más adelante, es fundamental tener una cualidad esencial. Un rasgo que se puede trabajar sin problemas, y que entrenarás cuando te prepares para trabajar en la docencia.
Este consejo sirve también para cualquier actor de teatro. De hecho, un profesor dando clase se encuentra en una situación muy similar a la de un performer en el escenario (con la dificultad añadida de conseguir que su «público» asimile lo que está contando). Por eso, si tus alumnos no te oyen o no te entienden, pronto perderán interés por lo que estás contando. Es más: puedes terminar perdiendo su respeto.
¿Te cuesta hacerte oír? No te preocupes. La voz es algo que se puede trabajar; no solo te servirá para tu trabajo como profe, sino que te ayudará también a sentirte más seguro y a vivir tu día a día. Son muchos los docentes que trabajan con expertos logopedas para mejorar su voz y evitar daños en la garganta. Otro consejo: no dudes en apuntarte a un grupo de teatro o en tomar clases. Es un recurso fantástico para aprender a enfrentarte a un público y a desarrollar tus habilidades escénicas.
En la profesión de maestro, la vocación es esencial. No digo que no se pueda trabajar en el sector sin ser un profesor vocacional, pero lo cierto es que para hacerlo bien te tiene que gustar. Sí o sí. Los alumnos de cualquier edad notan cuándo su profe está a gusto y disfruta de lo que hace.
La paciencia es algo que se le supone a cualquier docente. Si no tienes suficiente, tus alumnos te sacarán de quicio en cientos de ocasiones y es probable que termines pidiéndote una baja por depresión o similar. De hecho, es algo más habitual de lo que puedas pensar, e incluso tiene nombre: «síndrome del profesor quemado o burnout». En mayo de 2019, tal y como indica esta noticia de El Diario de la Educación, esta patología fue a declarada enfermedad relacionada con el trabajo por la OMS.
Más o menos, podemos definir la empatía como la capacidad que tiene una persona para ponerse en el lugar del otro. A la hora de valorar cómo ser buen profesor y qué herramientas te pueden ayudar a conseguirlo, esta es probablemente launa de las más importantes.
Tanto si tus alumnos son pequeños, adolescentes, jóvenes, adultos o mayores, tendrás que ser capaz de «ponerte en su pellejo». Solo así podrás identificar sus necesidades, sus posibles problemas de aprendizaje y sus logros. Y por supuesto, ayudarles a superar cualquier obstáculo y a alcanzar sus objetivos.
Es mucho más fácil hacer llegar lo que enseñas a tus alumnos si es tu pasión. No tiene mucho sentido haber estudiado, por ejemplo, Bellas Artes y terminar enseñando matemáticas, ¿verdad? Aunque no lo creas, incluso los estudiantes más jóvenes son capaces de identificar de manera instintiva cuándo a los profesores les gusta lo que imparten.
Una buena forma de comunicar tu amor por la asignatura a los estudiantes es hacerles vivir lo que tú experimentaste. Por ejemplo, si tienes la oportunidad, no dudes en llevarles a museos, teatros, mercados, instituciones científicas o cualquier ámbito que te fascine, y que esté relacionado con la asignatura. Te será mucho más fácil atrapar su atención y conseguir que se interesen por las cosas, que si se limitan a leerlo en un aburrido libro.
Si hay un profesor motivado (y motivador) en la memoria colectiva, ese es el que interpretó Robin Williams en la película El club de los poetas muertos. Vamos a recordar en este vídeo una de las escenas más famosas de la película. ¡Inolvidable!
Si un profesor tiene la capacidad de enseñar de forma creativa y divertida, tiene ganados a sus alumnos de antemano. Desde mi punto de vista, limitarse a repetir lo que dicen los libros y a poner ejercicios y controles no es la mejor forma de enseñar. No dudes de echar mano de películas, juegos, propuestas escénicas y cualquier recurso que te ayude a impartir tu asignatura.
Un buen maestro respeta a sus alumnos, pero también se respeta a sí mismo. La empatía, de la que hablábamos más arriba, te ayudará a entender mejor las actitudes de los estudiantes. Incluso de los más problemáticos. Los niños y los adolescentes merecen el mismo respeto que los adultos, lo que no significa que debas prescindir de la disciplina.
Y no solo hay que respetar a los alumnos: también a los padres y al resto de profesores, a los demás trabajadores del centro… Estas actitudes generarán aprecio y simpatía a tu alrededor, además de respeto. ¡Tenlo en cuenta!
Si hablamos sobre cómo ser buen profesor, una de las cosas más importantes es la formación. Aunque ya hayas aprobado unas oposiciones (o tengas un contrato indefinido en un colegio concertado o privado), tu carrera académica no debe terminar ahí. Como decía la zarzuela, hoy los tiempos avanzan que es una barbaridad; y más en el ámbito docente.
Intenta estar al día con todas las novedades, las herramientas, los programas informáticos, las publicaciones, etc. relacionadas con tu asignatura. Echa mano de las redes sociales: tus alumnos te respetarán más si ven que manejas los mismos canales de comunicación que ellos. Y también tú les entenderás mejor.
¿Estás planteándote formarte para obtener una plaza como profesor? Entonces, necesitarás el mejor curso posible. Por ejemplo, aquí puedes encontrar distintos programas para preparar oposiciones de educación. Te formarás para ser maestro de primaria, de infantil, profesor de secundaria… ¡No lo dejes para más tarde!
Para ganarte el respeto del que hablábamos antes, es fundamental que sepas reconocer tus errores ante tus alumnos. Nadie es perfecto, y los profesores y profesoras no escapan a esta máxima. Eso sí, intenta cometer la menor cantidad de errores posible; tampoco es bueno que tus alumnos piensen que no haces más que equivocarte. Si preparas bien tus clases, lo tendrás todo bajo control.
No tiene mucho sentido pedir responsabilidad a los estudiantes, si el primero que no es responsable es el profesor. Es importante que llegues a la clase un poco antes del comienzo y que lo tengas todo preparado. A no ser que se trate de una emergencia, espera a que se vayan todos los estudiantes antes de abandonar el aula. Procura no faltar (y si faltas, intenta avisar con tiempo para que te puedan sustituir). Y por supuesto, ¡nunca vayas a dar clase con resaca!
Mi último consejo es que no prescindas de estas dos cualidades. Tanto en lo que respecta a tus opiniones personales como en tu forma de dar clase, intenta ser coherente al máximo. Es mucho más fácil respetar a alguien coherente, que a una persona que cambie constantemente de opinión y de comportamiento.
Y no olvides ser flexible. Si muestras una actitud inamovible y no cedes ante nada, tendrás serios problemas. Sobre todo, si trabajas con niños o adolescentes. La mano izquierda, la flexibilidad y la tolerancia nunca te deben faltar. Eso sí: cuando sea necesario, no dejes de mantenerte firme.
Estos diez consejos se podrían aplicar a muchos ámbitos, pero son especialmente importantes si quieres trabajar en el sector de la educación. ¿Es tu caso? Entonces, anímate a rellenar el formulario que encontrarás en este artículo.
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