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«La medicina es algo que vives hasta que te mueres». En este artículo habla la voz de la experiencia y es que el Dr. Jacinto Bátiz ha dedicado su vida a la medicina. Además de ser durante más de 20 años jefe de la Unidad de Cuidados Paliativos del Hospital San Juan de Dios en Vizcaya, actualmente dirige el Instituto para Cuidar Mejor, destinado a divulgar y poner a disposición de cualquier interesado el aprendizaje de tantos años en primera línea profesional de los cuidados paliativos. ¡Sigue leyendo!
Cuéntenos. ¿De dónde viene su interés por el mundo de la sanidad? ¿Cómo llega a convertirse en médico?
Ya en mi adolescencia tenía mucho interés por ayudar a las personas que lo necesitaban. Entonces, en principio ingresé en el seminario para hacerme sacerdote y, cuando estaba estudiando con otro grupo de seminaristas, pensamos que nos gustaría ir a las misiones pero no solo como curas sino con alguna profesión civil para poder servirles de ayuda en otros aspectos. Entonces, le propusimos al obispo que queríamos estudiar medicina mientras terminábamos los últimos años de sacerdote pero no nos lo permitió. En ese momento, decidimos abandonar el seminario e ingresar en la facultad para convertirnos en médicos, y hasta ahora, jajaja.
Ejerció como jefe de la Unidad de Cuidados Paliativos del Hospital San Juan de Dios en Vizcaya durante más de 20 años. ¿Cuál fue su mayor aprendizaje durante esta etapa?
La mayor enseñanza que me llevo fue aprender a valorar la vida. Los enfermos que se encuentran en fase terminal te enseñan a valorar mucho más la vida, a aprovecharla y a vivirla con más intensidad. Para que te hagas una idea, a mí me han enseñado a valorar el tiempo. A veces no pensamos en que la vida se va a terminar pero para ellos, que saben que el final está cerca, cualquier día o semana que tengan de más, es muy importante. Además, ellos mismos te dicen “si tuviera una semana más, cuántas cosas haría”… Y nosotros a veces pensamos o damos por hecho que nos sobra el tiempo que, muchas veces, lo desaprovechamos.
Y otra cosa muy importante fue aprender a distinguir lo profundo de lo superficial. Ellos valoran mucho las cosas más fundamentales de la vida y nosotros nos centramos en lo superficial.
Estamos acostumbrados a que la medicina cura. ¿Cómo se afronta un trabajo sabiendo que sus pacientes van a morir? ¿Qué diferencias hay a la hora de afrontar el trabajo?
Cuando llevaba 10 años como médico de urgencias en el Hospital San Juan de Dios, un día, el director del mismo me propuso cuidar a un enfermo en coma irreversible, es decir, que clínicamente no se iba a recuperar. Era un paciente que venía trasladado de otro hospital y además no tenía familia, por lo que necesitaba estar en algún sitio y cuidado. Yo accedí y ahí empecé a darme cuenta de que había otras cosas además de prevenir y curar enfermedades y que cuando no se puede hacer ninguna de esas dos cosas, lo que queda es cuidar.
Cuando ya trabajas en el ámbito de los cuidados paliativos, empiezas a entender que hay enfermedades que son incurables, pero te das cuenta de que no hay ningún enfermo “incuidable”. Aunque no lo puedas curar, cualquier cosa que puedas hacer para evitarle sufrimiento durante esa etapa final de su vida o esa dependencia vale la pena. Es algo que a mí me llamó mucho la atención y desde el año 1993 que empecé en esta unidad, hasta el día de hoy, la satisfacción es enorme.
¿Qué le ha llevado a recoger por escrito todo su aprendizaje y difundirlo gratuitamente?
Todo fue a raíz de mi jubilación de la actividad asistencial. Cuando tomé la decisión de retirarme, el Hospital quería que siguiera pero ya había pasado mis años de jubilación y había compañeros que yo había formado y que podían continuar ese trabajo perfectamente. Entonces decidí diseñar un proyecto para continuar vinculado al Hospital y mantener ese legado de todo lo que habíamos aprendido. Ahí fue cuando montamos el Instituto para Cuidar Mejor, que actualmente dirijo, y que se dedica fundamentalmente a cuatro aspectos:
¿Qué papel tiene la formación en esta profesión?
En mi último libro, Mientras llega la muerte, hablo precisamente de este tema y la conclusión es que es necesario formarse para curar y cuidar mejor. Esto es algo importantísimo. Si un profesional no está bien formado, por ejemplo, en mi especialidad, puede encontrarse con que no sabe cómo tratar a un paciente que está sufriendo. En ese caso, podría acabar abandonando a ese paciente por miedo o por no saber qué aportarle. Otro ejemplo sería no ser capaz de entender que hay ocasiones en las que un paciente no tiene cura posible, e interpretarlo como un fracaso personal, emprendiendo acciones para tratar de alargar su vida. Eso sería encarnizar con tratamientos y es una muy mala práctica médica.
Y algo importante es que cuando hablo de formación sanitaria no me refiero exclusivamente a la que se aprende en la Universidad durante el grado, sino a una formación continuada, porque en esta profesión hay que reciclarse constantemente. Mírame a mí, 73 años voy a hacer y estoy todo el día leyendo, jajaja.
Ya tiene experiencia como docente. ¿Qué es lo que más le gusta de esta faceta?
Lo que más me gusta es tratar de compartir lo que he aprendido. Yo recuerdo que me hice médico aprendiendo de los demás y de lo que me enseñaban y eso es algo que no se me ha olvidado nunca, con lo cual, quiero compartir lo mismo con los demás. No quiero que se quede en mí, ni dedicar mi jubilación a cultivar plantas o a ver las obras de mi pueblo, jajaja, si no tratar de compartir todo lo que a mí me ha aportado mi experiencia profesional. Al final, la medicina es algo que vives hasta que te mueres.
Por otro lado, el contacto con los jóvenes que han elegido la profesión sanitaria y que tienen esa ilusión de ayudar a los demás es algo que te estimula mucho también. Me pongo en su lugar, pienso en cómo me sentiría escuchando a alguien que tiene esa experiencia y con eso trato de cautivarles y motivarles.
Uno de los temas de la masterclass es la humanización en la atención a los pacientes. ¿Qué importancia tiene este trato cercano en momentos tan complicados?
Sobre todo, y lo más importante, es que yo en mis formaciones no me centro en enseñar datos ni conceptos, porque eso ya lo tienen en cualquier libro. Pero sí trato de transmitir lo que necesitan los enfermos en este tipo de situaciones de vulnerabilidad y fragilidad en las que saben que el final está cerca. Trato de dar importancia a escuchar, a acompañar, a tocar, a mostrar nuestro afecto como personas. Hace años publiqué un artículo, Curar con caricias, que habla precisamente de este tema. Llega un punto en el que esa gente no necesita Ciencia, necesita nuestro acercamiento humano. Entonces, si nos acercamos al enfermo con nuestros datos, nuestra terminología médica y nuestro fonendoscopio pero sin empatía y compasión, no estaremos ayudándoles en nada.
¿Qué cualidades deben destacar en un buen profesional sanitario, sea cual sea su especialidad o rango?
Al margen de qué rama hayan elegido; enfermería, psicología, medicina de familia… da igual, todos tienen un papel para ayudar a los demás. Por lo tanto, la primera cualidad a destacar sería estar bien formado dentro de su campo, eso es fundamental.
Por otro lado, es muy importante tener habilidades comunicativas. Este es un trabajo tan de Ciencia como de relaciones humanas. Se puede ser muy bueno técnicamente, pero si no sabemos comunicar e informar empatizando con el paciente lo estaremos haciendo mal. Y ya no te digo nada en paliativos donde nuestro gran reto es dar bien las malas noticias.
Y, por último, tener habilidades en la toma de decisiones. En esta profesión, a veces, hay que tomar decisiones muy complicadas y tener en cuenta lo que desea el enfermo. Es decir, tienen que ser decisiones que sean lo mejor desde el punto de vista profesional pero consensuadas al mismo tiempo. ¿Qué quizás a veces no sea la decisión perfecta? Seguramente, pero tenemos que buscar que sea la mejor. Y ahí es muy importante lo que comentábamos anteriormente de saber informar bien al paciente. Al final todo gira alrededor de eso.
¿Volvería a elegir su profesión?
Bueno, ¡sin dudarlo! De entrada, todo profesional sanitario tiene que amar su profesión e intentar ser lo mejor en lo suyo. Es decir, si alguien elige este camino buscando un status social o dinero, que cambie de rumbo porque no lo va a encontrar. Seguramente conseguirá llegar, pero a la larga eso se va a notar y le va a pesar.
Desde su experiencia, ¿qué mensaje/consejo le gustaría transmitir al alumnado o a cualquiera que quiera dedicarse a esto?
Que esté convencido de que quiere ayudar a los demás. Que tenga muy claro que se quiere dedicar a esto por vocación y porque ama lo que hacemos y no por lo que comentaba anteriormente del dinero o de la posición social.
Creo que, cada vez más, y sobre todo a raíz de la pandemia, los profesionales sanitarios están tomando conciencia de la importancia de su trabajo. Lo que ocurre es que, tristemente, a la hora de la verdad no es una profesión que esté tan reconocida como debería. Que sepan que lo importante es la pasión y que la mayor satisfacción es cuando un paciente, con una palabra o incluso una sonrisa o mirada te dice “gracias”.