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Las bibliotecas son uno de los centros del saber más importantes que tiene la humanidad. Tanto es así que han desempeñado, sin duda alguna, un papel crucial en el devenir del conocimiento del hombre. En este escenario, la figura del Auxiliar de Biblioteca se ha convertido en una pieza clave para aquellos estudiantes, científicos y demás figuras del saber que necesitaban que los libros que componían las distintas bibliotecas estuvieran catalogados, ordenados y fácilmente accesibles. ¿Quieres conocer la historia del Auxiliar de Biblioteca? Te la contamos, ¡atento!
La historia de las bibliotecas está estrechamente ligada, lógicamente, a la de la escritura y la del libro.
Originalmente no tenían exactamente la misma función que las bibliotecas modernas, sino que eran más bien un archivo en el que se dejaban registrados diversos hechos de la vida política, religiosa, económica y administrativa de las ciudades mesopotámicas.
Al igual que la escritura, estas bibliotecas solo eran accesibles a escribas y sacerdotes, por lo que es fácil suponer que el primer auxiliar de biblioteca o bibliotecario fuera precisamente una de estas figuras.
La biblioteca evoluciona al llegar al antiguo Egipto, dividiéndose en dos instituciones diferentes: la Casa de los Libros, parecida a las antiguas bibliotecas mesopotámicas en las que se archivaba documentación administrativa, y la Casa de la vida, que era algo más parecida a lo que conocemos hoy en día como una biblioteca.
En la antigua Grecia, la biblioteca, así como los libros en general, comienza a ser algo más habitual. El periodo en el que estas instituciones tuvieron mayor evolución fue de la mano de Alejandro Magno. Él fue quien creó una de las bibliotecas más importantes de la historia de la humanidad: la Biblioteca de Alejandría.
Ya en época romana las bibliotecas siguen siendo muy populares (hay registro de la existencia de grandes bibliotecas, como la Octaviana o la Ulpia), e incluso aparece allí la primera biblioteca pública (aunque hay quien cree que esta tuvo lugar en Atenas trescientos años antes).
En oriente la historia corre paralela, aunque las bibliotecas no eran públicas sino que respondían a los imperios de las distintas dinastías.
En China, en el siglo VI o IV a.C, vivió (se cree) el que fuera el primer auxiliar de biblioteca o bibliotecario del que se tiene referencia escrita: Lao Tse.
Este filósofo, cuya existencia histórica se debate, trabajó como archivista en la Biblioteca Imperial de la corte de la Dinastía Zhou. Según la tradición china, fue en esa biblioteca en la que Lao Tse conoció y tuvo largas charlas, debates y discusiones con Confucio sobre el ritual y lo apropiado, dos aspectos claves de las doctrinas morales y religiosas del confucionismo.
Volviendo a occidente, con la llegada de la Edad Media y los ataques barbaros el saber retrocede y se protege en los templos. Así, eran los monjes y sacerdotes quienes se ocupaban de las tareas de organización y cuidado de los libros que hoy corresponden al auxiliar de biblioteca.
Pero con la llegada de las universidades a la Europa medieval el saber, las bibliotecas y la posición del bibliotecario dan un nuevo salto. Fue en el Estudio General de Salamanca, institución antecesora de la Universidad de Salamanca, donde apareció la primera biblioteca desarrollada para uso de los alumnos.
Más tarde, con la llegada de la imprenta de Gutenberg y la popularización de los libros, las bibliotecas crecen tanto en cantidad como en capacidad, por lo que el trabajo que hoy correspondería a un auxiliar de archivo o a un auxiliar de biblioteca ya resultaría tan complejo y necesario como el de hoy en día.
Pero el gran salto de la biblioteca como herramienta pública de conocimiento llegaría con la ilustración. Gracias a ella, y en buena parte también gracias a la Revolución Francesa, se empieza a creer que todos los seres humanos tienen derecho al libre acceso a la información, razón por la cual son muchísimos los tesoros bibliográficos que pasaron al pueblo de manos de la iglesia y del antiguo régimen (el gobierno francés previo a la Revolución Francesa).
A partir de ahí, las bibliotecas han ido evolucionando en paralelo a la visión de la sociedad de un conocimiento libre y accesible a todo el mundo, convirtiéndose en las casas populares del saber que son hoy en día.
¡Fórmate en Historia del Auxiliar de Biblioteca: ¡sus primeros pasos!!
Descarga gratis la guía formativaEsta pregunta no es tan fácil de responder, ya que antes de llegar al momento en que se empieza a nombrar oficialmente a un responsable para el cuidado y la organización de los libros de una biblioteca, y mucho antes de que existieran las primeras oposiciones para bibliotecario, ya existía, con total seguridad, una persona que hoy llamaríamos Auxiliar de biblioteca.
De esto podemos estar seguros porque desde hace siglos existen grandes bibliotecas en España, que cuentan con miles de libros y documentos, por lo que resulta obvio que alguien tendría que asegurarse de que todo ese material estuviera ordenado y fácilmente accesible.
Si queremos regirnos por la documentación oficial, podemos decir que la posición de Auxiliar de Biblioteca tiene su origen en 1857, con la Ley de Instrucción Pública de 1857, que regulaba todo lo relacionado al sistema educativo español y dedicaba algunos artículos al apartado bibliotecario, como el artículo 163, que decía:
“El Gobierno promoverá los aumentos y mejoras de las Bibliotecas existentes; cuidará de que en ninguna provincia deje de haber a lo menos una Biblioteca pública; y dictará las disposiciones convenientes para que en cada una haya aquellas obras cuya lectura pueda ser más útil, atendidas las circunstancias especiales de la localidad y del establecimiento a que pertenezca.”
Más tarde, en el artículo 166 ya sí se hablaba de lleno de lo que hoy llamaríamos un Auxiliar de Biblioteca o un Auxiliar de Archivo:
Se creará un Cuerpo de empleados en los Archivos y Bibliotecas, exigiendo a los que aspiren a entrar en él especiales condiciones de idoneidad; señalándoles digna remuneración, y asegurándoles la estabilidad que exige el buen servicio de estos ramos.
Este cuerpo se crea definitivamente con el Real Decreto de 17 de julio de 1858, obteniendo la denominación de Cuerpo Facultativo de Archiveros-Bibliotecarios, al que en 1867 se le añadiría la sección de Anticuarios y que, finalmente, en 1897 recibiría el nombre de Cuerpo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos.
Como vemos, la posición de Auxiliar de Biblioteca ha vivido un viaje transformador desde la antigua Mesopotamia hasta nuestros días, atravesando los momentos más icónicos del desarrollo del saber humano.
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